PRAY AWAY: UNA REFLEXIÓN - pulidomiguel
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PRAY AWAY: UNA REFLEXIÓN

El documental Pray Away trata sobre la “terapia de conversión” implementada por organizaciones norteamericanas que buscaban que personas homosexuales dejaran de serlo, incluso llegando a establecer familia con alguien del género opuesto. La narrativa gira en torno a varios que, aunque tomaron estos tratamientos y hasta establecieron familias heterosexuales, después del tiempo decidieron dejar de mentirse a ellos mismos y vivir una relación homosexual.

Pero no todos corrieron con la misma suerte.

Muchos, por causa de la presión, se suicidaron.

¿Es posible dejar de ser gay? La mayoría de testimonios que presenta el documental dirán que no, que el hecho de intentarlo genera un terrible daño en la esencia del alma de la persona. Alguien dijo: “perdí mi alma tratando de hacer lo ‘correcto’”. Pero existe otro grupo, representado por una persona que anteriormente había sido transgénero, que dirá que no solo es posible sino necesario salir de una clase de vida que, a la larga, no agrada a Dios y es perjudicial.

La sensación que tengo es que la discusión se limita a una pregunta: ¿es pecado o no? Si se responde afirmativa o negativamente, serás quemado en la hoguera de los rótulos “fundamentalista” o “progresista”, que, aunque quieren ir en direcciones opuestas y dejar claras las diferencias con el otro, sus metodologías de trato hacia el que piensa distinto suelen ser bastante similares y viscerales. Por eso creo que no vale la pena girar sobre esa pregunta, no porque no sea importante, sino porque hay otras cosas más importantes.

Por un lado, tenemos la idea que una persona es homosexual y punto, que no se puede buscar transformarlo ni se debe apuntar a dejar atrás sus deseos. Que cuestionar esas inclinaciones y gustos es equivocado y nocivo, especialmente cuando se pone una carga de culpa, juicio y condenación sobre sus hombros. Es decir, tenemos que dejar atrás visiones retrógradas que ven esto desde un punto de vista moral y simplemente dejar que las personas vivan su sexualidad sin peros, porque así fueron creados.

¿Y si alguien no está de acuerdo, los puede amar? ¿Tenemos que aceptar que estamos determinados o hay algún grado de decisión? ¿Cómo funciona? Una de las mujeres entrevistadas se reconoció como bisexual. Tenía atracción por hombres y mujeres, pero aun así vivía con su esposo e hijos. Eligió. O sea, hay una dimensión de la sexualidad (no toda ella, por supuesto) que está en el plano de la deliberación.

En el otro extremo de la balanza está la idea de que, si una persona verdaderamente ama a Jesús, entonces dejará de ser homosexual. ¿Y si no? ¿Qué de aquellas personas que les siguen atrayendo personas de su mismo sexo toda la vida? ¿Son menos humanos o cristianos de mentira?

Me partió el alma imaginar la familia de uno de los líderes de esta organización: él era gay, se casó con una lesbiana, tuvieron hijos, y tiempo después él se divorció para vivir con otro hombre. Por la presión subyacente a tener un movimiento de conversión sobre sus hombros, esta persona lastimó a muchos en virtud de demostrarse que no era gay. ¿Es acaso la meta suprema de una persona cristiana homosexual ser heterosexual?

La pregunta de fondo tiene que ver con el amor. Independiente de nuestras posiciones respecto a la homosexualidad, ¿cómo amar bien? ¿Para amar a una persona homosexual hay que pensar como él o ella? ¿Puede la iglesia amar a personas homosexuales así no lleguen a ser heterosexuales?

Porque la pregunta no es si el amor puede transformar.

La cuestión es si vas a amar a la gente así no cambie.

 

©MiguelPulido

 

 

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