
03 Oct SÍNDROME DEL MAL AMOR
Aún recuerdo cuando escuché ese concepto por primera vez. Siento que transformó algo en mí. El conferencista leyó Romanos 13:10 (El amor no perjudica al prójimo. Así que el amor es el cumplimiento de la ley). Después hizo una pausa y lanzó la pregunta: “entonces, ¿qué es el pecado?”.
¿Por qué hablar de pecado después de leer ese verso?
Quedé desconcertado.
—Si el cumplimiento de la ley es el amor—continuó—, entonces el pecado es, en esencia, falta de amor. ¿Por qué nos lastima tanto cuando alguien actúa sin amor hacia nosotros? Porque esa persona ha pecado, y eso es lo que hace el pecado a nuestro corazón.
Nunca había visto el pecado desde esa perspectiva. Me di cuenta que mi visión del pecado estaba relacionada únicamente con lo correcto, lo moral y la obediencia. Pecar era hacer lo incorrecto. Y aunque todas esas visiones tienen una dimensión de verdad, sentí como si esa explicación tuviera mucho más sentido y profundidad de lo que hubiera experimentado antes.
Lo que hacemos evidencia lo que amamos.
O, dicho de otra manera, pecamos porque amamos mal.
Esto tiene capas infinitas de reflexión con las cuales deberíamos lidiar. Estoy convencido que mucho de nuestra manera de entender la fe, la vida y las relaciones puede cambiar si comprendemos el pecado desde la perspectiva del amor.
Últimamente he estado pensando en que esto de la falta de amor es una realidad que está incrustada en nuestros huesos. Todos somos pecadores y todos hemos sufrido las consecuencias del pecado nuestro y de otros. Esto implica que hemos vivido lo que es la falta de amor, pero también le hemos faltado al amor.
Experimentamos el síndrome del mal amor.
Somos víctimas y victimarios.
Estamos en medio de una avalancha, un círculo vicioso, un sistema infectado, hemos aprendido un lenguaje, y esto no solamente significa que actuamos mal, sino que podemos llegar incluso a distorsionar la visión más esencial de lo que significa el amor. No sólo no amamos bien, sino que ¡distorsionamos su significado!
Pienso en la cantidad de ocasiones en las que yo mismo y tantos otros catalogamos como “amor” una dependencia malsana, una obsesión compulsiva o un egoísmo disfrazado. El “amor” se ha convertido en una justificación para hacer muchos daños, para hacer exactamente lo opuesto a lo que hace el verdadero amor.
Entonces cuando aparecen eslóganes del tipo “el amor es la respuesta”, “el amor gana” o “lo único que necesitas es amor”, requiero dar un paso atrás en un ejercicio de evaluación propia honesta y preguntar: ¿qué significa “amor”?
¿Qué quiero decir con esa palabra?
¿Será que mi visión es miope y mi definición distorsionada?
Hablamos tanto de algo que creemos que sabemos de qué se trata, pero puede ser realmente lo contrario. Hay familiaridades que nos llevan a la indiferencia y la indiferencia nos puede dirigir hacia el vacío. Si cualquier cosa puede ser amor, entonces ya no sabemos qué lo es en realidad.
El amor se ha convertido en un comodín. Quizás uno de los conceptos más sublimes lo hemos profanado para utilizarlo en cualquier cosa que se nos antoje: amamos a una persona, pero también a los animales, el estatus, un vestido, una comida, una serie o una película. ¿Nos damos cuenta del vacío que ello genera? Hay personas que han justificado distintas barbaridades solamente porque han antepuesto el sustantivo “amor” a sus explicaciones.
Todo esto es un daño colateral del pecado, es decir, de la falta de amor: ya no sólo sufrimos por causa de su ausencia, sino por motivo de su distorsión.
Estamos enfermos.
Y necesitamos sanidad.
©MiguelPulido
Vida Alberti
Posted at 16:00h, 10 noviembreOh! Tremendo! Enredados en #efectosColaterales 😬