22 Ene Anti-Dios
Cada vez que tengo el privilegio de pararme en un púlpito a enseñar se presentan ante mí varias tentaciones: creer que soy yo el más importante; considerar mi elocuencia como el fundamento para un buen mensaje; hablar lo que se me ocurra sólo porque suena bien; y un extenso etcétera. No puedo negar que en muchas ocasiones sucumbo a una o varias de ellas. Pero una de las que más me reta es la tentación de dedicarme a condenar a las personas. Por alguna razón,...