DESILUSIÓN, ILUSIÓN, DESILUSIÓN - pulidomiguel
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DESILUSIÓN, ILUSIÓN, DESILUSIÓN

El tiempo reglamentario estaba cumplido. Siendo completamente honesto, estaba haciendo fuerza más con el corazón que con la lógica. La desilusión era obvia: estábamos a puertas de quedar eliminados del Mundial en un partido que hubiéramos podido ganar. Inglaterra no nos pasó por encima. Así que cuando el balón voló hacia la cabeza de Yerry Mina y salió disparado a estallar contra el piso para meterse en el arco adversario, la ilusión despertó impetuosa nuevamente en el alma de cualquier hincha.

Le empatamos a Inglaterra.

Jugamos el tiempo suplementario.

Después vinieron los penaltis.

Y, finalmente, perdimos.

Una vez más, la desilusión.

Siempre he considerado que el poder de los deportes en general, y el fútbol en particular, es que son una metáfora de la vida, una especie de cápsula en la que se encierran sentimientos, emociones y experiencias que nos definen como seres humanos: la ilusión, la desilusión, la lucha, la fuerza, la unidad, la injusticia, el valor, la planeación, entre muchas otras. Habrá personas que no se identifiquen con el fútbol y hasta les incomode, pero probablemente sigan el ciclismo, el patinaje o la natación, de tal forma que entienden estas situaciones universales del deporte. Pero más allá de eso, es un ser humano que, como todos nosotros, ha experimentado ese extraño trinomio: desilusión, ilusión, desilusión. Lo entiendes, ¿cierto?

Perder nunca está en nuestra lista de deseos. No conozco a la primera persona que emprenda un proyecto, inicie una empresa o comience una relación con el firme propósito de fracasar. Imaginamos el progreso, la mejora, el triunfo. Por eso cuando llega la derrota o se cierra una puerta, invertimos nuestro esfuerzo en seguir golpeando. Si caemos, nos levantamos.

Sí, Colombia perdió con Inglaterra, pero en el intermedio nos visitó la ilusión. La perseverancia de esos jóvenes jugadores arrancó un empate de las cenizas de la derrota: inspiración en estado puro. No se quedaron con los brazos cruzados frente al fracaso. Lo intentaron. Y eso es lo que importa: volverlo a intentar las veces que sea necesario.

Hay diferentes formas de perder.

Existe la posibilidad de quedarse afuera cuando la puerta se cierra, lamiéndonos las heridas de la vida y reclamándole al mundo lo injusto que es. Todos conocemos personas así. Son perdedores, pero no porque hayan fracasado (todos lo hemos hecho), sino porque se acostumbraron a no luchar. Escogieron ser víctimas de su propia pasividad o de permanecer estáticos frente al hecho que la vida no es como la imaginaban. La desilusión marcó el punto final de su historia.

Sin embargo, también conocemos personas que han perdido, incluso con frecuencia, pero escogen seguir perseverando las veces que sea necesario. Después de todo, saben que la desilusión es parte de la experiencia humana. Nadie tiene garantizada una vida sin dolor. En esa dinámica de lucha y de persistencia, han visto cómo la ilusión hace su aparición una vez más. Y, quizás, tristemente, vuelvan a probar la desilusión. Hay personas que se divorcian, quiebran o los despiden en más de una ocasión. Aun así, experimentaron una luz de ilusión en el intermedio que les brindó una perspectiva diferente.

Porque la vida es dinámica.

Ningún estado es permanente.

Por eso se trata de caer, levantarse, caer, levantarse…hasta que demos nuestro último respiro. Acomodarse tanto en la ilusión como en la desilusión es sumamente tóxico. Intentarlo es esencial. Una vez más. Siempre. No, no es el pensamiento de un perdedor conformista, es la reflexión de un ser humano que sabe que la verdadera derrota no es fracasar sino decidir no intentarlo.

Si vas a perder, que tengas la certeza de haberlo intentado.

 

©MiguelPulido

1Comment
  • Fabián Chacón
    Posted at 19:24h, 11 julio Responder

    De acuerdo, creo que es en este contexto del que hablaba Pablo en el muy famoso versículo de Filipenses 4:13.

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