Malaki Paul - pulidomiguel
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Malaki Paul

Comienzo con una confesión: lucho con el orgullo. Me cuesta agachar la cabeza, reconocer que me equivoco, que otros tienen mejores ideas que yo o que hay alguien que puede aportarme algo.
Hace un par de semanas una amiga me dijo que mirara las prédicas del pastor Rick Warren. Honestamente, no creía que fueran tan espectaculares como ella decía. El único libro que había leído de él–“Una Iglesia Con Propósito”–fue en mi época de seminarista. Para ser honesto, no lo disfruté; lo vi como un mero requisito para pasar una materia. Además, me parecía que el éxito de “Vida Con Propósito” sólo era un escándalo sinsentido o que el crecimiento de la iglesia Saddleback era una simple convergencia de factores.
Así que le dije a mi amiga–más por decencia que por otra cosa–que me diera la dirección de la página donde podía ver las prédicas.
Fui con una actitud muy crítica.
Tenía el arsenal dispuesto para acabar con los argumentos del pastor Warren.
Con displicencia pensé que no era la gran cosa. No me parecía muy animado. Armado de una camina, unos jeans y sus apuntes no parecía el referente de la eclesiología actual. ¡No entendía qué le veía la gente! Pero esos eran detalles menores. Supuse que en algún momento iba a caer en la trampa de malinterpretar uno de los muchos versos bíblicos que citó. No lo hizo. Mostró con mucha capacidad cómo en diferentes partes de la Escritura se muestra el amor incondicional de Dios por sus hijos.
Así que comencé a escuchar, no sólo a oír. Elegí aprender de Rick Warren. Él tenía algo por decirle a este orgulloso joven que lo estaba escuchando en la otra orilla del continente. Lo que viene es parte de lo que aprendí en esa enseñanza.
En un punto, el pastor Warren dijo que el amor incondicional de Dios por nosotros es la fuerza que nos impulsa a vivir. Para ilustrar su tesis mostró un video de un niño londinense llamado Malaki Paul. Él se había presentado en un programa concurso que escoge a las mejores voces. Tenía apenas 9 años. Delante de 4 jueces y miles de personas que ocupaban las sillas del teatro, Malaki entró temerosamente. El micrófono se veía demasiado grande en sus manos temblorosas. Respondió las preguntas del jurado con monosílabos, esperando a que la pista sonara para empezar a cantar.
La pista inició.
Acertó las primeras notas, pero no fueron perfectas. Tenía una bonita voz, pero los nervios le estaban jugando una mala pasada. En lugar de ceder, cada vez se iban acrecentando más. Malaki abrió sus ojos cuando llegó al coro. Su vista revoloteó en muchas direcciones. Descubrió que todo el teatro lo observaba y las cámaras lo seguían. Pequeñas lágrimas corrieron por su mejillas morenas. Trataba y trataba de hacer que su voz fuera más fuerte que su estremecimiento. Sin embargo, llegó un punto donde el horror consumió su voz.
Malaki entró en pánico.
Dejó de cantar.
Y lloró desconsoladamente.
Contra todos las reglas protocolarias, su madre salió corriendo de la parte trasera del escenario y lo abrazó. Sólo eso: lo abrazo. Un gesto que le recordó lo que ella le había dicho antes de que saliera a cantar: “Imagíname a mí parada junto a ti, diciéndote: ¡Sí, Malaki! ¡Vamos, Malaki! Tenlo en tu cabeza”. Nada de lo que ocurría en ese escenario iba hacer que ella lo amara menos. Sin importar qué tan mal había cantado lo seguía amando.
Por instantes hermosos que parecieron eternos lo único que esta mujer le susurraba a su hijo era: “¡Está bien! ¡Estoy aquí! ¡Está bien! ¡Estoy aquí!”. Casi como si quisiera que fuera la única verdad que deseaba que su pequeño recordara. No importaba si no pasaba a la siguiente ronda, ella siempre estaría con él.
Las lágrimas cesaron. El pánico retrocedió. El estremecimiento se acalló.
Malaki miró a su mamá, decidido a volver a cantar.
Su madre se alejó lentamente del escenario. Sin embargo, se hizo en el lugar adecuado para que el pequeño la viera. Volvió a sonar la pista. Malaki miró una vez más a su mamá. Ella dejó claro con sus labios el mensaje: “¡Tu puedes! ¡Está bien!”.
Malaki Paul le regaló al mundo su voz, su verdadera voz. La voz que se había ocultado detrás de la capa infame del pánico escénico, pero que no pudo superar la inspiración impetuosa que produce el amor incondicional. Malaki sabía que su mamá lo amaba y creía en él. Ella estaba con él. Eso era suficiente.
En una de sus cartas, Pablo dijo: “el amor de Cristo nos constriñe”. “Constreñir” no es una palabra que usemos con mucha frecuencia. Sería muy raro que un novio le dijera a su novia: “me constriñes”. Pero podríamos traducirla como impulsar, inspirar o provocar. Lo que dice Pablo es que el amor de Cristo es un motor que lo impulsa a seguir adelante con su vida, por difícil que esta sea. No es el amor a Cristo, sino el amor de Cristo; no el amor que parte de Pablo hacia el Señor, sino el que parte de Jesús hacia Pablo.
Así que pienso en mi orgullo. Lucho mucho contra él. No sé si algún día lo superaré. A veces siento que pierdo muchas batallas seguidas. Me siento apabullado en el escenario de la vida. Pero entonces miró que atrás del escenario Jesús todavía cree en mí. Él ve en mí algo que yo no puedo ver todavía. Su voz amorosa me recuerda que está ahí. Entonces me siento inspirado, impulsado, provocado o constreñido a volver a intentarlo.
Porque saber que somos amados nos impulsa.
Si no me crees, pregúntale a Pablo…o a Malaki Paul.

©MiguelPulido

Les dejo el video de la presentación de Malaki Paul…




7 Comments
  • hector echeverry
    Posted at 18:08h, 07 febrero Responder

    La madre me recuerda , no ya tras bastidores, sino muy dentro nuestro, el Amor de Cristo, su ternura infinita."El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".1 Cor. 13. Gracias por el relato.

  • Anónimo
    Posted at 22:08h, 08 febrero Responder

    Je suis impressionné du pulidomiguel.blogspot.ru, j'ai besoin de le dire. Vraiment pas souvent que je rencontre un blog qui chaque éducative et divertissante, et laissez-moi vous informer, vous avez été touché le clou sur la tête. Votre concept est remarquable, la difficulté est une chose que peu de gens sont suffisamment parler intelligemment. Je suis très heureuse que je suis tombé tout cela dans mon chercher quelque chose à ce sujet.

  • Abigail
    Posted at 21:04h, 02 junio Responder

    Hola.

    Y no sé, por alguna razón me llamó la atención el video de este joven y busque parte de su historia, así encontré tu blog, y me gustó mucho lo que escribiste pues fue revelador, el amor de Cristo constriñe, efectivamente, morir en Él es vivir, porque ese amor tan maravilloso que uno puede sentir y aunque no lo entendemos, existe, aunque no lo merecemos, nos lo da, eso es lo que nos levantará de cualquier desierto. Amén y bendiciones.

  • The Best
    Posted at 08:19h, 16 septiembre Responder

    Malaki Paul es un ejemplo de sencillez y humildad, lamentablemente hoy en día se sabe poco de el. espero logre el camino al éxito bajo la gracia de Dios y de manera perfecta

  • Historias de Cartagena
    Posted at 15:52h, 02 noviembre Responder

    cuano vi este video de Malaki Paul pensé que no podía superar el manejar ese publico,nuevamente me hizo recordar mi niñez,muchas felicitaciones que Jehova te bendiga Mijo AnDeAvBlan.

  • LUIS ANTUN PALACIO GIRALDO
    Posted at 18:11h, 30 noviembre Responder

    Me gustaria saber de la vida MALAKI

  • Marcela
    Posted at 17:13h, 30 marzo Responder

    Para mi una mezcla de emociones, pánico escenico y también sensibilidad, la que motivó la emoción de quienes lo escucharon.

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